lunes, 24 de noviembre de 2014

El agua y Mongolia - Toriko Takarabe




No pienso en el mar cuando tomo agua.
De pie en la cocina,
sólo alzo la mirada hacia el sucio ventilador azul.

No siento ni en el corazón ni en la espalda
las oleadas lejanas de la boca del río o de la bahía.
Que en medio de la llanura de Mongolia, parecida al mar,
haya un paso
con televisor
no se me ocurre, tampoco que el cuerpo humano
sea casi por completo de agua
ni que el alma sea de agua.

Cuando tomo agua,
con cariño corre una oveja por la tráquea
como una pincelada pianísima.
En ese instante el cuerpo sosegado
tiembla con fuerza,
pero no pienso en los mongoles que persiguen las ovejas
cuando el agua atraviesa la garganta

Ni tú pensarás cuando tomas agua
en hombres mongoles.
Ante el eco del sonido gutural,
no se te ocurrirá pensar
que los mongoles caminan hacia la orilla
a grandes zancadas con botas largas de cuero de oveja

Caminen, hasta donde resplandece el agua.
Al soplar el viento sobre la llanura seca de la orilla,
los pastos bajitos ondulan, como si las ovejas
estuvieran dormitando.
Los pastos secos se erizan susurrantes contra el viento,
la agilidad de los susurros movedizos,
¡qué brincos tan suaves!: –nada de esto
lo pensarán cuando el agua atraviesa la garganta.

Sólo de un vaso transparente
tomamos agua a borbotones sin pensar en nada.
Es lo más lógico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario