lunes, 9 de enero de 2017

No estoy llorando porque esto sea lo suficientemente importante para mí, estoy llorando porque no lo es




Estoy llorando porque quiero formar parte de un club llamado “inútiles aficionados a todos los campos deportivos iluminados en la noche y vistos desde cualquier vehículo en movimiento”.

Estoy llorando porque quiero ser aceptada en este club, porque quiero hacer parte de algo pequeño y honesto, porque creo que como ser humano merezco un espacio singular y especifico en el cual pueda mirar al frente y sonreír sin decir nada.

Estoy llorando porque los clasificados en internet no anuncian ningún club deportivo que no se dedique en lo absoluto al deporte, sino solamente a la contemplación. Mis ojos se hinchan y mi cara se pone muy pálida como si tuviese frío y no hubiera alrededor de mí ninguna cosa viva a la que pudiera acercarme para mantenerme a salvo.

Estoy llorando porque siento que puedo hacerlo, que tengo el derecho, que no tengo otra oportunidad fuera de mí, que soy la única razón por la que estoy aquí, y que no estoy sola, que jamás estaré tan sola como creía, como pensaba, que jamás estaré fuera de nadie.


Estoy llorando porque la música que suena en la línea de emergencia no es tan conmovedora como pensé que sería.