La broma infinita (Fragmento) - David Foster Wallace
INVIERNO DE 1960 AS, TUCSON, ARIZONA
[Fragmentos*]
Jim, así no, Jim. Esa no es manera de tratar una puerta de
garaje, doblando la cintura con fuerza y estirando del picaporte de modo que la
puerta se sacude y se sacude con fuerza y te cargas tus espinillas y mis
rodillas destrozadas, hijo. Veamos cómo te agachas con tus rodillas sanas.
(...) Tu madre hace eso. Trata a los cuerpos ajenos sin el debido respeto ni
cuidado. Nunca aprendió que tratar las cosas del modo más suave y relajado es
tratarlas tanto a ellas como a tu propio cuerpo con la máxima eficiencia. Es
culpa de Marlon Brando, Jim. Tu madre allá en California antes de que nacieras,
antes de que se convirtiera en una madre dedicada, una muy sufriente y
trabajadora esposa, hijo, tu madre tuvo un papelito secundario en una película
de Marlon Brando. Su momento estelar. Tenía que quedarse allí con los mocasines
blancos, calcetines cortos y coletas y llevarse las manos a los oídos como si
le pasaran al lado motos estruendosas. Una gran escena dramática, créeme. Se
enamoró desde la distancia de este tipo, Marlon Brando, hijo. ¿Quién? Quien.
Jim, Marlon Brando era el arquetipo del nuevo tipo de actor y arruinó las
relaciones de dos generaciones enteras con sus propios cuerpos y con los
cuerpos y objetos que los rodeaban. ¿No? Pues se debe a Brando que tú quisieras
abrir la puerta de ese modo, Jimbo. La falta de respeto se aprende y se
transmite. Se transmite. Conocerás a Brando cuando lo veas y tendrás que
aprender a temerle. Brando, Jim. B-r-a-n-d-o. Brando, el nuevo tipo duro y
arquetípico, rebelde y vago que se apoya en las patas traseras de su silla, que
aparece encorvado en el umbral de la puerta, que camina cabizbajo delante de
cualquiera, que trata de dominar los objetos, que no muestra el menor respeto
ni cuidado, que coge las cosas como un jovencito caprichoso y las usa y las
arroja impunemente a un lado para que no caigan en la papelera y se queden
allí, maltratadas. Con los movimientos impetuosos y torpes y la actitud propia
de un nene caprichoso. Tu madre es de esa nueva generación que se mueve a contracorriente
del grano de la vida y de su tendencia y ondulación naturales. Puede haberse
enamorado de Brando, Jim, pero no lo comprendió y eso es lo que la hizo inepta
para las artes cotidianas como hornos o puertas de garajes e incluso para un
tenis de bajo nivel y de parque necesariamente público. ¿Alguna vez viste cómo
tu madre trata un horno? Es carnaza, Jim, es una pena verla y la pobre atontada
piensa que se trata de un tributo a ese tipo vago y encorvado que amaba cuando
él andaba cerca. Jim, ella nunca intuyó la amable y astuta economía que había
tras la relación supuestamente dura, torpe y espontánea de este sujeto con los
objetos.
(...)
Hijo, tienes diez años y esta es una noticia difícil de
tragar para alguien de diez, incluso aunque tengas casi once y seas un posible
freak pituitario. Hijo, tú eres un cuerpo. Ese pequeño cerebro científico y
prodigioso del que ella está tan orgullosa y del que no deja de gorjear: Hijo,
no son más que espasmos neuronales, esas ideas en tu cabeza no son más que el
sonido de tu cabecita acelerada y la cabeza no es más que cuerpo, Jim. Métetelo
en la sesera. La cabeza es cuerpo. Jim, ven a mis brazos para recibir esta mala
noticia a los diez años: tú eres una máquina un cuerpo un objeto, Jim, no más
que este rutilante Montclair, o este rollo de manguera o aquel rastrillo para
la grava del patio delantero o Dios santo esa horrible araña está haciendo
flexiones en su telaraña allí sobre el rastrillo, ¿la ves? ¿La ves? Latrodectus
mactans, Jim. Una viuda. Coge esta raqueta y muévete con gracia y ganas hasta
allí y mata esa viuda por mí, señorito Jim. Vamos. Hazla polvo. Échale pelotas.
Eso es, chaval. Un brindis por el sector sin arañas de este garaje comunitario.
Ah. Cuerpos cuerpos por todos lados. Una pelota de tenis es el cuerpo
definitivo, muchacho.
(...)
permíteme… que los libros no se tiran de golpe como las
botellas al cubo de la basura, se depositan, se guían con todos los sentidos
alerta, sintiendo sus bordes, la presión sobre los dedos de ambas manos
mientras doblas las rodillas sujetando el libro y lo colocas con un ligero
empujón delicado de modo que el aire sobre el suelo polvoriento… que el aire del
suelo se desplace en un cuadrado suave y no levante polvo. Asiií. No así.
¿Entiendes? ¿Me has comprendido? No seas así, hijo, no seas así. No te pongas
hipersensible conmigo, hijo, cuando lo único que intento es ayudar. Hijo, Jim,
detesto esto, detesto que hagas esto. Te desaparece el mentón en esa pajarita
que llevas cuando te tiembla y te cuelga tanto el labio inferior. Parece que no
tengas mentón, hijo, y un labio inmenso. Y esa capa de mocos que cae de tu
labio superior, cómo brilla, no, no lo hagas, es asqueroso, hijo, tú no quieres
repugnar a la gente, debes aprender a controlar esta especie de
hipersensibilidad que tienes cuando te toca afrontar una verdad por más dura
que sea, porque conquistar y ejercer algún control es el meollo de por qué me estoy
tomando toda esta mañana libre de ensayos pese a que tengo no una sino dos
pruebas vitalmente urgentes e inminentes, para poder enseñártelo, estoy
pensando en dejar que te sientes y toques el cambio e incluso… quizá hasta
conduzcas el Montclair, bien sabe Dios que tus pies llegan al embrague, ¿eh,
Jimbo?, eh, eh, ¿por qué no conduces el Montclair?
(...)
Porque qué crees, hijo… no, sigue, llora, no te inhibas, no
diré ni pío salvo que cada vez me afecta menos, te lo aviso, creo que estás
abusando de las lágrimas y la… cada vez tienen menos efec… Son menos efectivas
conmigo cada vez que las usas aunque nosotros sabemos los dos sabemos que no es
así entre tú y yo sabemos que siempre funcionarán con tu madre, ¿verdad?, nunca
fallan, cada vez que llores, ella cogerá tu gran cabezota y la pondrá sobre su
hombro de un modo que parece obsceno, si la pudieras ver, palmeándote la
espalda como si estuviera ayudando a eructar a un obsceno bebé de tamaño
gigante, blando y flojo y con pajarita y con un libro que le estropea los
tendones, lloriqueando, ¿harás lo mismo cuando hayas crecido? ¿Habrá episodios
como este cuando seas un hombre dirigiendo tu propia vida? ¿Un ciudadano del
mundo que no irá dando lástima? ¿Se te hinchará y congestionará la cara cuando
midas dos grotescos metros de altura, dos metros como tu abuelo que ojalá arda
en el vacío del infierno cuando finalmente la palme en el último hoyo, y
contigo, con esa cara chata y sin mentón igualito a él que tienes posando tu
cabeza en el sufriente hombro húmedo y moqueado de esa pobre idiota de mujer
llena de paciencia?
(...)
No me gusta nada decir algo como esto, este tópico mierdoso
de que las cosas eran distintas cuando yo era joven, la clase de tópico que te
lanzaban los padres de entonces, en el caso de que mi padre dijera algo. Pero
era así. Diferente. Los chicos, los chicos de mi generación, ellos… ahora
vosotros, la muchedumbre post-Brando, no podemos gustaros ni disgustaros, no
podéis respetarnos ni dejar de respetarnos como seres humanos, Jim. A vuestros
padres. No, espera, no tienes por qué fingir que no estás de acuerdo, no, no
tienes por qué decirlo, Jim. Porque lo sé. Lo podría haber vaticinado viendo a
Brando, a Dean y a los demás, y lo sé, así que no farfulles. No culpo a nadie
de tu edad, muchacho. Veis a vuestros padres como amables o rudos, felices o
desgraciados, borrachos o sobrios, grandes o casi grandes o fracasados, del
mismo modo que veis cuadrada una mesa o veis un Montclair de color rojo labios.
Los jóvenes de hoy… vosotros, chicos, de algún modo no sabéis sentir, mucho
menos amar, por no hablar del respeto. Para vosotros no somos más que cuerpos.
Nada más que cuerpos y hombros y rodillas con cicatrices y grandes panzas y
billeteras vacías y petacas. No estoy diciendo nada tópico como que no nos
prestáis ninguna atención, sino que no podéis… ni imaginar nuestra ausencia.
Estamos tan presentes que ya hemos perdido todo significado. Somos
medioambientales. Los muebles del mundo.
qué bueno! gracias
ResponderEliminarExcelente Foster Wallace
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