Poema en seis pasos.
I
Deseo
de carne entera hundir la piel
Con
rasguños de aire,
Hundirla
entre los relámpagos asustados
Que
lanzan los alienígenas inocentes
Extraños
seres que aparecen cuando viene amaneciendo
Y
tocan a veces a las mujeres o a los gatos
Y
las hacen soñar mojado,
Y
los gatos gritan en los tejados y chillan.
Sé
que hemos visto antes el milagro,
El
ángel rubio con la piel helada,
Un
viento larguísimo que se metió dentro de nuestros abrigos
Y
nos toco,
Esa
brisa grosera que vino sobre mi pecho,
Entró
a desordenarlo
Reconfiguro
mi aire, suprimió de mi el pecado, el oprobio,
Me
cambio por una extraña mujer a la que
No
recuerdo ni conozco.
La
piedra quieta,
El
animal de soplo autónomo
Colado
en los cabellos diminutos de tu sol.
II
Si
hubiera algo que quisiera decirte
No
serian palabras,
soy
como el barco herido que corre a la marea
Que
se arrastra en las olas
El
barco que se sumerge en el
Cielo
límpido, grasoso, tremendamente contagiado.
El
barco ebrio de Rimbaud.
Ojala
escucharas las sirenas que te gritan:
¡Amor!
Baja
de tu cielo estúpido y cae por lo que más quieras en la roca de este sueño
Desgástate,
todo; la garganta, el corazón, los pulmones,
No
te queremos atado al barco si no en el fondo.
III
He
conocido pequeños niños
Que
sangran casi como si fueran reales
Y
con rugidos de espanto invocan el eco
De
las madres que nos han abandonado a la deriva
Las
que nos han amado, tantas madres siempre
Y
pequeños paisajes de la niñez
Cuartos
llenos de luz, lugares que yo extraño, que extrañamos
Y
las escaleras largas errantes de alturas desiguales
Hechas
para cansar nuestros píes y hacernos retroceder,
Hechas
para delimitar el aullido de los niños
lobo
Perfectamente
contagiados.
No
es posible la decadencia
Allí
donde no sé vive,
Cuantas
veces quisiera estrellar en ti
Cualquier
velocidad de pájaro ciego,
Volar
a tu alrededor como presintiendo tu muerte,
Tu
partida esta vez absoluta, que yo entiendo
Que
me pesa mucho, porque el corazón lo tengo lleno de piedras.
IV
A
veces despierto con la boca enrojecida
Miel
en los parpados,
A
veces cantando un montón de grillitos locos.
V
Te
he llamado huella cóncava,
Mirada
circular,
Como
vas a ser tan benigno si te traemos
Desde
la terraza de los edificios volando por
Entre
los aeroplanos, las locomotoras de colores
Que
cruzan el rio de cabeza para
Hacer
que se te escurran
Algunos
versos
Unos
que pensaste milagrosos,
Que
no quemaste,
Unos
poemas más duros que el alma
Más
secos que la ternura y los naranjos de los tangos.
Retráete,
Nos
damos ganas de cantar,
Retráete,
Una
vez descubrí que tenías un poema en la
palma de la mano
Y
cuando quise tomarlo,
Lo
aventaste en mi cara y entendí
Que
no había ningún verso tuyo capaz de tocarme,
Que
no había versos si no de aurora boreal despeinada,
Versos
que romperán tus huesos y sacaran de ti
Todo
lo que te pudre y lo que te hace santo,
Que
te meterán de cabeza en el pozo
Y
sostendrán tus pies con palabras
Hasta
convertirte en un péndulo de latidos inseguros.
No
creas en la verdad a la madrugada,
Profetiza
de la verdad que se fabrica a medio día
Y
se falsea el resto de la existencia.
VI
Declaré
sobre ti siempre un mismo zumbido,
Conociendo
de nombre todos los dioses en los que hemos creído,
El
hombre vagabundea entre sí mismo y un desierto largo,
¿Quién
viajaría con Rufo sabiendo de antemano el horror?
A
dónde van los superhéroes muertos y las historias mal contadas
Dónde
se deben coleccionar las antologías
Acerca
de patos y pececitos que no lloran,
Cómo
puedo guardar un perro rabioso
En
la cajita; universo hecho caramelo,
Una
estrella está rodeada de azúcar,
Una
estrella lejos de mi se vuelve de tiempo completo
Un
pastelillo espacial,
No
todos los perros van al cielo,
No
todas las cometas se entierran en la electricidad
Y
se pierden para siempre de la mano sucia.
Deseo
de mente completa poder hundir
Tus
profundidades en las mías
Y
así ver el abismo, la luz,
El
hasta mañana,
Te
beso.
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