martes, 18 de septiembre de 2012

Poema en seis pasos.


I

Deseo de carne entera hundir la piel
Con rasguños de aire,
Hundirla entre los relámpagos asustados
Que lanzan los alienígenas inocentes
Extraños seres que aparecen cuando viene amaneciendo
Y tocan a veces a las mujeres o a los gatos
Y las hacen soñar mojado,
Y los gatos gritan en los tejados y chillan.

Sé que hemos visto antes el milagro,
El ángel rubio con la piel helada,
Un viento larguísimo que se metió dentro de nuestros abrigos
Y nos toco,
Esa brisa grosera que vino sobre mi pecho,
Entró a desordenarlo
Reconfiguro mi aire, suprimió de mi el pecado, el oprobio,
Me cambio por una extraña mujer a la que
No recuerdo ni conozco.

La piedra quieta,
El animal de soplo autónomo
Colado en los cabellos diminutos de tu sol.

II

Si hubiera algo que quisiera decirte
No serian palabras,
soy como el barco herido que corre a la marea
Que se arrastra en las olas
El barco que se sumerge en el
Cielo límpido, grasoso, tremendamente contagiado.
El barco ebrio de Rimbaud.

Ojala escucharas las sirenas que te gritan:
¡Amor!
Baja de tu cielo estúpido y cae por lo que más quieras en la roca de este sueño
Desgástate, todo; la garganta, el corazón, los pulmones,
No te queremos atado al barco si no en el fondo.

III

He conocido pequeños niños
Que sangran casi como si fueran reales
Y con rugidos de espanto invocan el eco
De las madres que nos han abandonado a la deriva
Las que nos han amado, tantas madres siempre
Y pequeños paisajes de la niñez
Cuartos llenos de luz, lugares que yo extraño, que extrañamos
Y las escaleras largas errantes de alturas desiguales
Hechas para cansar nuestros píes y hacernos retroceder,
Hechas para delimitar  el aullido de los niños lobo
Perfectamente contagiados.

No es posible la decadencia
Allí donde no sé vive,
Cuantas veces quisiera estrellar en ti
Cualquier velocidad de pájaro ciego,
Volar a tu alrededor como presintiendo tu muerte,
Tu partida esta vez absoluta, que yo entiendo
Que me pesa mucho, porque el corazón lo tengo lleno de piedras.


IV

A veces despierto con la boca enrojecida
Miel en los parpados,
A veces cantando un montón de grillitos locos.

V

Te he llamado huella cóncava,
Mirada circular,
Como vas a ser tan benigno si te traemos
Desde la terraza de los edificios volando por
Entre los aeroplanos, las locomotoras de colores
Que cruzan el rio de cabeza para
Hacer que se te escurran
Algunos versos
Unos que pensaste milagrosos,
Que no quemaste,
Unos poemas más duros que el alma
Más secos que la ternura y los naranjos de los tangos.

Retráete,
Nos damos ganas de cantar,
Retráete,
Una vez descubrí  que tenías un poema en la palma de la mano
Y cuando quise tomarlo,
Lo aventaste en mi cara y entendí
Que no había ningún verso tuyo capaz de tocarme,
Que no había versos si no de aurora boreal despeinada,
Versos que romperán tus huesos y sacaran de ti
Todo lo que te pudre y lo que te hace santo,
Que te meterán de cabeza en el pozo
Y sostendrán tus pies con palabras
Hasta convertirte en un péndulo de latidos inseguros.

No creas en la verdad a la madrugada,
Profetiza de la verdad que se fabrica a medio día
Y se falsea el resto de la existencia.

VI

Declaré sobre ti siempre un mismo zumbido,
Conociendo de nombre todos los dioses en los que hemos creído,
El hombre vagabundea entre sí mismo y un desierto largo,
¿Quién viajaría con Rufo sabiendo de antemano el horror?
A dónde van los superhéroes muertos y las historias mal contadas
Dónde se deben coleccionar las antologías
Acerca de patos y pececitos que no lloran,
Cómo puedo guardar un perro rabioso
En la cajita; universo hecho caramelo,
Una estrella está rodeada de azúcar,
Una estrella lejos de mi se vuelve de tiempo completo
Un pastelillo espacial,
No todos los perros van al cielo,
No todas las cometas se entierran en la electricidad
Y se pierden para siempre de la mano sucia.

Deseo de mente completa poder hundir
Tus profundidades en las mías
Y así ver el abismo, la luz,
El hasta mañana,
Te beso.

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