La definición del odio perfecto
Tomaría medidas al respecto, 90-60-90 un odio perfecto.
Todos alucinados, corriendo de un
lado a otro y haciendo denotar el interés la cobardía y la locura, si te pago
una vida es para que la uses o me devuelvas el excedente, pero no, yo no te
pago la vida, no te doy nada, o quizá te daría un puño en la boca cerrada, y llorarías,
me llamarías puta y yo diría que sí, es verdad, diría que no podríamos estar más
a gusto metidos en un tobogán anti-gravedad que nos hace subir hasta donde no
hay un inicio al que se pueda llegar, es coincidencia la mugre, la desolación
no existe. Te compraría un venado de mil cabezas para que tengas astas por todo
el cuerpo, te llenaría una habitación de valium para ver si te tranquilizas de
una buena vez, si te callas y no refutas y
amenazas con matarme, si se te antoja dormir sobre mi estomago hasta
hundirnos en el suelo, si dejas de querer largarte aunque no estemos juntos, pero
tú nada más quieres acabarme las ganas, es que no alcanzas a ver que tengo unas ganas eternas y resisto hasta los mejores tiempos. Hay un pozo hondo al que podríamos lanzar
toda la ropa para luego ya no recuperarla o ahogarnos en el intento, te haría ver
la luz al final del túnel aunque solo fuera la linterna que sostengo yo para seducirte, el
tamaño es una error y la proporción un disparate al hablar de amor, el amor... el
amor puede inventar mas de mil mundos pero no puede mantenerlos ni una sola eternidad, yo sí, yo no soy el amor, ni la eternidad. El deseo es ciego pero yo estoy aquí y se
como guiarlo del otro lado de la calle, sí, podría comprarte un artefacto del mal, un bastón del delirio,
una ciudad desconocida, sí, podría comprarte un paraíso y un averno, una risita
y un tifón de algas, podría llevarte a una dimensión del dolor y el plañir, un
lugar donde si no te acomodas no existes, no eres. Sí, todo eso podría hacerlo
yo en dos horas de una tarde de domingo que te sabe a sangre entre la saliva, pero no, prefiero inventarme un beso.
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